Le damos al play y empieza la inconfundible melodía. La vie en rose y Edith copa el post con su voz dulce y nostálgica, de una época que no vivimos. ¿O sí? Y ustedes se pensarán que voy a hablar de Paris, sus calles adoquinadas, edificios palaciegos y crepes al paso, avec sucre s'il vous plaît. Pero no, esta vida teñida de rosa no pasa en la ciudad luz, transcurre en Dublín…
La capital irlandesa me recibió con los brazos abiertos y la pinta de Guinness bien fría sobre la barra primero en el 2002, cuando viví mi primera experiencia fuera de casa por tres meses, y en el 2004, cuando me encontraba entre la tesis y la necesidad imperiosa de seguir disfrutando del feliz país esmeralda. Sí, es feliz y esmeralda. Para comprobarlo, sólo deben ir con la mente abierta, la sonrisa puesta y la mochila al hombro. No dejen un centímetro de la isla por recorrer, verán que vale la pena. Y yo podría divagar por horas sobre el destino, pero voy a limitarme a la consigna puesta por Mai para este genial blog: una canción, un destino, un momento. Ya tenemos la canción, ya conocemos el destino, vamos a por el momento…
Dublin se hizo hogar tan pronto respiré su aire frío y húmedo al salir de avión, pero es cierto que uno necesita de hábitos para sentirse realmente en casa. ¿Y cómo no darle un lugar a mi amor por el cine? La segunda vez que fui a vivir allá, me anoté como miembro del Irish Film Institute. Con mi credencial en la billetera, me sentí parte de la ciudad y su circuito cultural, aunque muchos crean que la pequeña capital no tiene mucho más que pintas y borracheras para ofrecer.
Fui varias veces al cine ahí, menos de lo que me hubiera gustado. Vi Before Sunset, The Edukators, otra alemana que no recuerdo y hasta Familia Rodante, de Trapero (la flipás: ¡estás en Irlanda viendo como toman mate y se tratan de boludo en acento argento!).
Pero la película que realmente me marcó fue Jeux d'enfants (Love me if you there, como se la conoció en los países angloparlantes). No sólo es una gran historia, loquísima, sino que además está muy bien presentada. Los actores -Guillaume Canet y Marion Cotillard- son todo, transcurre en París y su soundtrack define sensaciones. Cuando la pequeña Sophie entona La vie en rose en pantalla para alegrar a su entonces nuevo amigo, no podés escaparle a la piel de gallina. Menos si acabas de conocer a un chico y estás empezando a salir con él. Claro. El amor lo puede todo y te pone cursi al mango.